Existen dos hechos políticos ocurridos en estas últimas semanas
que merecen la pena ser revisados minuciosamente con el objeto de generar
aprendizajes y posibles conclusiones para los procesos que se avecinan. Éstos
hacen referencia a distintas aristas de la discusión sobre la “crisis de
representatividad” y por la búsqueda de una democracia más participativa.
Hace
menos de dos semanas más de 50 mil personas votaron en las primarias para
elegir el pre-candidato presidencial del Partido Demócrata Cristiano. Tras este
proceso de elección partidaria -resistido por muchos- los liderazgos internos
del PDC han anunciado que “no hay vuelta atrás” con respecto al mecanismo de
primarias como forma de escoger los mejores y más representativos candidatos. A
ellos se les suman muchos actores que valoraron el mecanismo como forma de
validar la selección de candidatos.
Por otro lado, los chilenos fuimos testigos de una vergonzosa
votación en la que se buscaba terminar con el sistema de representación
binominal. Sin embargo, ésta terminó una vez más desechada por parlamentarios
de la Alianza. Independiente de la ofuscación que despertó el hecho en los
parlamentarios de la Concertación, el hecho es que existe un porcentaje del
parlamento que durante más de 20 años no ha estado dispuesto a reformar el
sistema que impide tener una mejor representación de los intereses del pueblo.
Y seguirá sin hacerlo porque, además de la carencia de una convicción
democrática, simplemente les perjudica.
Entonces
una pregunta importante a hacerse sería, ¿cuál es la estrategia que se pretende
impulsar desde los partidos de la oposición para que en este, un año de
elecciones parlamentarias, se pueda romper con una de las principales trabas
democráticas que nos legó Jaime Guzmán? Hasta el momento no se ve este como un
objetivo central para este año. El centro de la discusión parece estar en la
disputa y apoyos presidenciales, mientras todos sabemos que sin las supra
mayorías parlamentarias necesarias, será una historia similar la que veremos en
un par de años, independiente de quién esté a cargo del Poder Ejecutivo. Por un
lado vemos que ante una gran abstención electoral, el 91% de los parlamentarios
piensa ir a la reelección. A eso se le suma, el hecho que la mayoría de esas
candidaturas serán inscritas bajo la -ya tradicional- práctica de “el que tiene
mantiene”.
¿Dónde queda entonces, la demanda por una mejor representación y
la inclusión de nuevas prácticas para la política chilena? ¿Cómo podemos, los
distintos sectores políticos de oposición, aceptar que el binominal nos rija,
en vez de revelarnos frente a él?
Estamos
en un momento histórico que -tras las últimas elecciones municipales- muestra
buenas posibilidades para poder generar los doblajes necesarios y así,
facilitar los cambios que durante tanto tiempo se han demandado, pero han sido
bloqueados por los partidos de la Alianza. El mismo secretario general de
Renovación Nacional predice que podrían haber 20 doblajes por parte de la
oposición en estas elecciones. Por lo mismo se hace urgente una conversación
más interesada en el futuro del país y menos interesada en las cuotas
históricas de participación política, ya que si seguimos en la lógica de las
disputas de egos, llegarán las elecciones de noviembre y nuevamente tendremos
un empate en el Parlamento y todos de vuelta a quejarnos.
“Por
su culpa no doblamos” o “Le hicieron el juego a la derecha”, pueden ser varias
de las frases que se me ocurren para describir la actitud que tendrían los
partidos, en el caso que no se logren los doblajes, producto de la dispersión
de listas en la oposición.
Oposición compuesta por muchas fuerzas diversas. Demasiado
diversas, a decir verdad. Algunas, tradicionales, con gran presencia en el
parlamento, otras emergentes y pequeñas, como lo somos en Revolución
Democrática. Sin embargo, creemos que dentro de esa diversidad pueden
encontrarse varios aspectos en común, siendo uno de los principales el término
del binominal. Pero, ¿estar de acuerdo con una agenda contra el binominal, nos
hace parte de una coalición gobernante? No necesariamente, de hecho las
diferencias en otras materias pueden ser bastantes, y legítimas por cierto.
¿Puede
una sola agenda determinar un pacto electoral, sin “amarrar” a un apoyo al
programa de gobierno? Si ha sido la piedra de tope para poder avanzar en los
temas más importantes de nuestro país, por supuesto que sí. Ahora, esto no
impide que se impulse una discusión programática que logre más agendas comunes
que sólo el binominal, pero es un necesario punto de partida.
¿Es
“quererlo todo” o soberbio, el que fuerzas emergentes -como lo somos en
Revolución Democrática u otras- queramos competir por el derecho a ir a una papeleta sin
ser castigados por el sistema binominal y sin ser automáticamente arrastrados a
una coalición de gobierno? Discutible. Nosotros -”los arrogantes”- estamos
apostando a competir en tres distritos de cara a la
ciudadanía, lo que significa apostar -en el mejor de los casos- a tener cerca
del 1,5% de representación parlamentaria. Los partidos tradicionales -con
todo derecho, pero con un 12% de aprobación en la última CERC- plantean apostar
a tener el 50%-55%, mediante una negociación política, en alguna oficina de
Santiago.
Esta oportunidad histórica probablemente será recordada por toda
una generación que se movilizó por alterar el curso natural de las
desigualdades e injusticias, recibiendo más de un 75% de constante apoyo
ciudadano. Existen muchas otras agendas que llevan años esperando, y esa
discusión programática también debe tenerse de cara a la ciudadanía. Por lo
mismo, depende de todos los actores que aspiramos a disputar un espacio de
representación popular, el que podamos ponernos de acuerdo en puntos que
impliquen romper con la primera barrera de la exclusión política, reconociendo
que eso puede darse en el marco de diversos proyectos políticos. Aquí, donde
muchos actores ven riesgos de perder espacios de representación, nosotros vemos
posibilidades de mostrar -después de mucho tiempo- una unidad en torno a una
idea que permita a los ciudadanos volver a creer que la política no se trata
solo de basurear a los otros o cobrar grandes sueldos.
Ojalá
los candidatos presidenciales de toda la oposición puedan ejercer su liderazgo
en pos de primarias parlamentarias abiertas que permitan tener a los dos
mejores candidatos compitiendo frente a quienes, en la otra vereda, han
bloqueado -y seguirán bloqueando- las grandes reformas que Chile demanda. No
queremos que haya actores que se amparen en el binominal como método de
exclusión para -posteriormente- usar como justificación la falta de quórums al
momento de no conseguir las transformaciones que se prometieron en campaña.
Acá, lamentablemente, el que calla otorga.