Las demandas de hoy y las de ayer. Por Manuel Riesco

¿Las demandas de hoy son las mismas que las de hace 40 años? ¿O los movimientos sociales luchan hoy día por los derechos que les arrebató la dictadura?

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Tras la publicación de los resultados de las postulaciones a las universidades, se revelaron las carreras que registraron más interesados en el país. Las ingernierías, derecho y medicina siguen siendo las carreras con mayor postulación, y nuevamente, las pedagogías son las menos demandadas.

29 jun 2013

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22 jun 2013

Hablar de género es hablar de relaciones de poder" (Judith Butler para principiantes)

Por Marti Valenzuela, Consejera de Escuela U de Chile.





Judith Butler es la autora de uno de los libros más influyentes del pensamiento contemporáneo, El género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad , donde ya en los años noventa ponía en jaque la idea de que el sexo es algo natural mientras el género se construye socialmente. Sus trabajos filosóficos, complejos y muy difíciles de divulgar sin desvirtuar, han contribuido a construir lo que hoy se conoce como Teoría Queer y tuvieron un papel fundacional en el desarrollo del movimiento queer. Esta breve guía se detiene en puntos clave de su pensamiento.

1 Butler y su giro copernicano

Ese giro se produce en torno del género y marcó la evolución de las concepciones que se venían teniendo al respecto dentro del feminismo. Cuando en 1990 publica El género en disputa, las ideas se dividían a grandes rasgos entre las que entendían al género como la interpretación cultural del sexo y aquellas que insistían en la inevitabilidad de la diferencia sexual. Ambas presuponían que el “sexo”, entendido como un elemento tributario de una anatomía que no era cuestionada, era algo “natural”, que no dependía de las configuraciones sociohistóricas.
Butler plantea que el “sexo” entendido como la base material o natural del género, como un concepto sociológico o cultural, es el efecto de una concepción que se da dentro de un sistema social ya marcado por la normativa del género. En otras palabras, que la idea del “sexo” como algo natural se ha configurado dentro de la lógica del binarismo del género.

2 Judith en el principio de los movimientos queer

Este planteamiento, a partir del cual el sexo y el género son radicalmente desencializados, desestabilizó la categoría de “mujer” o “mujeres”, y obligó a la perspectiva feminista a reconcebir sus supuestos, y entender que “las mujeres”, más que un sujeto colectivo dado por hecho, era un significante político. Al mismo tiempo, esta aguda desencialización del género, la idea de que las normas de género funcionan como un dispositivo productor de subjetividad, sirvió de fundamento teórico y dio argumentos y herramientas a una serie de colectivos, catalogados como minorías sexuales, que también, junto a las mujeres, eran (y continúan siendo) excluidos, segregados, discriminados por esta normativa binaria del género. En este sentido, el giro copernicano de Butler ayudó mucho al impulso y la expansión de los movimientos queer, y también trans e intersex.

3 Y el sexo…, ¿dónde está?

La impronta de Michel Foucault, y en particular su trabajo en la Historia de la sexualidad, es evidente. Ahora bien, si en el caso de Foucault el dispositivo de la sexualidad no tiene en cuenta el género, para Butler es esencial. A partir de Butler el género ya no va a ser la expresión de un ser interior o la interpretación de un sexo que estaba ahí, antes del género. Como dice la autora, la estabilidad del género, que es la que vuelve inteligibles a los sujetos en el marco de la heteronormatividad, depende de una alineación entre sexo, género y sexualidad, una alineación ideal que en realidad es cuestionada de forma constante y falla permanentemente.
Es importante insistir en que Butler no quiere decir que el sexo no exista, sino que la idea de un “sexo natural” organizado en base a dos posiciones opuestas y complementarias es un dispositivo mediante el cual el género se ha estabilizado dentro de la matriz heterosexual que caracteriza a nuestras sociedades. Puesto en otros términos, no se trata de que el cuerpo no sea material, no se trata de negar la materia del cuerpo en pos de un constructivismo radical, simplemente se trata de insistir en que no hay acceso directo a esta materialidad del cuerpo si no es a través de un imaginario social: no se puede acceder a la “verdad” o a la “materia” del cuerpo sino a través de los discursos, las prácticas y normas.

4 El género como performance

Antes que una performance, el género sería performativo. Esta diferencia entre pensar al género como una performance y pensar en la dimensión preformativa del género no es trivial. Decir que el género es una performance no es del todo incorrecto, si por ello entendemos que el género es, en efecto, una actuación, un hacer, y no un atributo con el que contarían los sujetos aun antes de su “estar actuando”. Sin embargo, en la medida en que este performar o actuar el género no consiste en una actuación aislada, “un acto” que podamos separar y distinguir en su singular ocurrencia, la idea de performance puede resultar equívoca. Hablar de performatividad del género implica que el género es una actuación reiterada y obligatoria en función de unas normas sociales que nos exceden. La actuación que podamos encarnar con respecto al género estará signada siempre por un sistema de recompensas y castigos. La performatividad del género no es un hecho aislado de su contexto social, es una práctica social, una reiteración continuada y constante en la que la normativa de género se negocia. En la performatividad del género, el sujeto no es el dueño de su género, y no realiza simplemente la “performance” que más le satisface, sino que se ve obligado a “actuar” el género en función de una normativa genérica que promueve y legitima o sanciona y excluye. En esta tensión, la actuación del género que una deviene es el efecto de una negociación con esta normativa.

5 Poderes y políticas

Hablar de género es hablar de relaciones de poder. Hay que tener muy en cuenta que en esta negociación, el no encarnar el género de forma normativa o ideal supone arriesgar la propia posibilidad de ser aceptable para el otro, y no sólo esto, sino también, incluso, supone arriesgar la posibilidad de ser legible como sujeto pleno, o la posibilidad de ser real a los ojos de los otros, y aun más, supone en muchos casos arriesgar la propia vida. En este sentido, la oportunidad política a la que abren los señalamientos de Butler se debe a que si el género no existe por fuera de esta actuación, y las normas del género tampoco son algo distinto que la propia reiteración y actuación de esas mismas normas, esto quiere decir que ellas están siempre sujetas a la resignificación y a la renegociación, abiertas a la transformación social. Estas normas que son encarnadas por los sujetos pueden reproducirse de tal modo que la normas hegemónicas del género queden intactas. Pero también estas normas viven amenazadas por el hecho de que su repetición implique un tipo de actuación que pervierta, debilite o ponga en cuestión esas mismas normas, subvirtiéndolas y transformándolas. Esta inestabilidad constitutiva de las normas es una oportunidad política.

6 La aparición de la homosexualidad

En paralelo con otras autoras que también han revisado el hecho de que las ideas que conlleva el género han sido tributarias de la matriz heterosexual –como por ejemplo Monique Wittig, Adrienne Rich o Gayle Rubin– los planteamientos de Butler apuntan a señalar que los ideales de masculinidad y feminidad han sido configurados como presuntamente heterosexuales. Si desde el esquema freudiano, por ejemplo, se parte de la idea normativa de que la identificación (con un género) se opone y excluye la orientación del deseo (se deseará el género con el cual no nos identificamos) –identificarse como mujer implicaría que el deseo debería orientarse hacia la posición masculina, y viceversa–, Butler planteará que esto no es necesariamente así. (Este es el prejuicio que permite entender el hecho de que históricamente se haya pensado en la idea de que un hombre que desea a otros hombres tenderá a ser necesariamente afeminado, y lo mismo en el caso de las mujeres, que si desean lo femenino, esto deberá asociarse con la identificación con lo masculino)

7 La ley del deseo

Desde el punto de vista de Butler, deseo e identificación no tienen por qué ser mutuamente excluyentes. Y aún más, ni siquiera, ni tampoco, éstos tendrían por qué ser necesariamente unívocos. No hay ninguna razón esencial que justifique que una debe identificarse unívoca e inequívocamente con un género completa y totalmente. Asimismo, tampoco habría ninguna necesidad en que una deba orientar su deseo hacia un género u otro. Tal es el caso por ejemplo de la bisexualidad.
En tanto ideales a los que ningún sujeto puede acceder de forma absoluta, masculinidad y feminidad pueden ser –y de hecho son– distribuidos, encarnados, combinados y resignificados de formas contradictorias y complejas en cada sujeto. Y no hay encarnaciones o actuaciones de la feminidad o de la masculinidad que sean más auténticas que otras, ni más “verdaderas” que otras. Lo que habría, en todo caso, son formas de negociación de estos ideales más sedimentados, y por ende naturalizados o legitimados que otros, lo que consecuentemente los vuelve “más respetables” de acuerdo con un imaginario social que continúa siendo primordialmente heterocéntrico.


Créditos a Leticia Sabsay (Socióloga (UBA) Doctora por la Universidad de Valencia).


4 jun 2013

El nuevo y verdadero desalojo.

Por Mario Domínguez, Secretario General de la Feuv.
Hace ya bastantes años Andrés Allamand publicó un texto que cumplió una función, sin duda. El Desalojo fue una arenga a la derecha chilena, un llamado a su unidad política y su convergencia electoral, una contribución más que teórica, puramente confesional: el punto de colapso de la Concertación después de décadas de desgaste y parálisis ideológica, secuela del gran movimiento secundario del año 2006.
Allamand lo publicó el 2007 para dar por sentadas las bases de una “Alianza por Chile” prometiendo acabar con la intervención electoral, la ideología de la corrupción, la transversalidad de la ineficiencia y la ideología del engaño. La necesidad de pasar a la ofensiva estaría marcada por la construcción de un relato de unidad nacional e identidad que se ajustase a las falencias del enemigo y que en su desarrollo pudiera obligar a la convergencia de la herencia directa de la oligarquía chilena -Renovación Nacional- con el “partido universitario” -en palabras de Carlos Larraín refiriéndose a la UDI-.
El Desalojo marcó un hito respecto de las perspectivas y tareas que la derecha chilena se trazó en adelante. Sebastián Piñera se ajustó al ideario neoliberal que a punta de cañones la dictadura construyó en el pueblo de Chile. En un momento, daba la sensación de que todos podrían llegar a ser exitosos empresarios, emprendedores -como dijeron- y comenzó esto que llamaron la nueva forma de gobernar. El vínculo entre el texto de Allamand y el carácter del nuevo gobierno podría notarse como fundacional: cristalizó un relato que el empresariado chileno venía articulando desde hace mucho. La dimensión ideológica y la acción de masas la realizó la UDI, la política y la convergencia la articuló RN. Ni la Democracia Cristiana y sus cuadros más conservadores pasaron indiferentes frente a la convocatoria de los hijos directos de Portales y el librecambismo.
A unos cuatro años del inicio de la nueva forma de gobernar, Allamand ya es candidato y Piñera acaba de entregar su última cuenta pública, centrada más que en anuncios en excusas. La derecha trata de salvaguardar su poder político cavando trincheras por doquier, la educación -eje central de la crítica del libro de Allamand a la Concertación el 2007- empujó a la derecha a un abismo de la que aún no puede recuperarse y los vanos intentos por aumentar su popularidad se resguardan en fórmulas trilladas y ausentes de sintonía con las expectativas de las mayorías nacionales.
Y es que El Desalojo fue una tesis que si bien entregó unidad e identidad a la derecha chilena, no le correspondía. Fue el título para un best seller cuico más que un análisis de la historia, o más bien el fruto de un constante gatopardismo de los herederos de la dictadura que un interés real por resolver las fuentes concretas del fracaso del proyecto concertacionista. Y es que el verdadero desalojo no corresponde en Chile a quienes nunca se les ha desalojado de nada.
El verdadero desalojo no pudo ni podrá ser realizado por quienes viven, usufructúan y abusan del hogar de tod@s: la nación. El verdadero desalojo no va a efectuarse por quienes sin estar, estuvieron desde mucho antes. Andrés Allamand se equivocó al invocar a un desalojo, pues su llamado tenía de cierto lo que también tenía de ambiguo, pues el derrotero de la Concertación y su proyecto no fue Sebastián Piñera: fue la urgencia de alternativa, la posibilidad de cambio, sin importar su naturaleza, y se optó -en la desesperación y la ignorancia- por la única opción que ofrecía un sistema con dos opciones.
Hoy los ciudadanos, ciudadanas, trabajadores, estudiantes y pobladores del 2013 están mas decididos a ese desalojo. Sin embargo, el desalojo que se viene es producto de un lento y laborioso proceso de unión de voluntades y expectativas; parte de la formación de un ideario distinto, de la reivindicación del bien público sobre el privado. El desalojo que se articula no es ni para reafirmar el rol de los mismos de siempre ni parte de la mezquina unidad de la aristocracia chilena. No es un eslogan electoral, es parte integral de un debate sin retorno: neoliberalismo versus democracia.
Los caminos de la memoria colectiva han llevado a la ciudadanía a caminar por sobre las cenizas de la Concertación y en contra de la “Alianza por Chile”, a quien Chile nuevamente le dice “NO”. La experiencia nuevamente nos remite a construir una alternativa de desarrollo a la que se impuso hace casi 40 años, pero como dice un cantor porteño después de cada manifestación: “las ideas tienen alas, no se mueren con las balas”. Nuestras ideas programan su aterrizaje: educación gratuita, democrática y sin lucro, previsión estatal y con reparto solidario, salud pública y de excelencia, nueva constitución, respeto a las y los trabajadores, democracia y reconocimiento y autonomía a los pueblos ancestrales. Estas son las consignas que impulsan al nuevo y verdadero desalojo.